sábado, 23 de septiembre de 2017

#105 Sé como el águila.


El águila es el ave de mayor longevidad entre las criaturas de su especie. Vive 70 años. Pero para alcanzar esa edad, al llegar a los 40 debe tomar una seria y difícil decisión; sus uñas están apretadas y flexibles y no consigue aferrar a sus presas de las cuales se alimenta. Su pico largo y puntiagudo se curva, apuntando contra el pecho. Sus alas están envejecidas y pesadas y sus plumas, gruesas. 

¡Volar se le hace ya muy difícil!


Entonces el águila tiene solamente dos alternativas: morir o atravesar un doloroso proceso de renovación que dura 150 días. Ese proceso consiste en volar hacia lo alto de una montaña y quedarse ahí, en un nido cercano a un paredón, en donde no tenga necesidad de volar. Entonces el águila comienza a golpear su pico contra la pared hasta conseguir desgarrarlo y arrancarlo. Debe esperar el crecimiento de uno nuevo, con él que desprenderá una a una sus uñas. Cuando las nuevas uñas comienzan a crecer, tendrá que desplumar sus plumas viejas y esperar a que renazca su plumaje. Después de cinco meses, emprende su vuelo de renovación y ... ¡a vivir 30 años más!.

* * *

Me encontré este texto que compartí hace unos años y me pareció interesante para compartirlo nuevamente, pero este formato adjuntándole una reflexión puramente personal.

A veces en la vida, llegamos a un momento de quiebre, donde buscamos una transformación que nos evite una muerte -sea física o mental-. A veces es muy difícil frenar la rueda del día a día y nos parece que es imposible. Terminamos encerrados en una rutina que nos asfixia, pero de la que pensamos que no podemos salir. Que dependemos de ella. Que la necesitamos.

Transformarnos puede cobrar muchas formas diferentes, cada persona encontrará la suya. Esa que mejor se adapte a su recorrido de vida. Nadie puede decirte cuál es la manera correcta. Creo que será importante que te detengas un minuto y analices a tu alrededor.

Y quizá como el águila, debas subir a lo alto y aislarte para empezar el proceso de renovación. Ese que te permitirá deshacerte de tus viejas actitudes, de esos hábitos que queres dejar atrás. Desprenderte de lo que ya no te conduce a nada ni te hace crecer. Lo que te causa dolor y angustia. Modificar el interior de tu ser, para lograr ser ESA persona que queres y renovarte.

Todo cambia, todo el tiempo. Viviendo como vivo hoy, es mucho mas obvio. Pero creo que es algo que se repite en todos los ámbitos. ¿Por qué nos atamos con fuerza a que todo permanezca igual? ¿Por qué al mismo tiempo nos frustramos cuando luego de vivir por años la misma vida, todo sigue sin cambiar? Pueden ver la incoherencia, que encierra eso?

Hay que cambiar, hay que probar. Hay que equivocarse y volver a probar. Y si te equivocas de nuevo, ya fue. Te aseguro que el mundo seguirá girando pero vos serás otro. Habrás cambiado y crecido... y que mejor que vivir para cambiar y crecer?

...Let's change with the wind...

Photo by Sue Tucker on Unsplash

viernes, 5 de mayo de 2017

#104 Incertidumbre

A estas alturas, podemos decir que me fui y volví de viaje varias veces.

Quizá por las partidas inesperadas que acontecieron en mi vida, los abandonos precipitados e inexplicables que se fueron sucediendo unos tras otros. Las pérdidas mas abstractas y aquellas que fueron tan tan reales que pude verlas ahí... delante de mi ojos, partiéndome al medio.
Quizá por eso, para mi, irme siempre fue un pequeño duelo. No importaba si solo era un corto viaje en auto o atravesaba el océano atlántico: cada una de las veces que emprendí un viaje, sentí que me iba a morir. Que no iba a volver.

Y en cierta forma, es verdad.

Con la escala aumentativa de los viajes y con mi propio crecimiento en la vida, cada viaje que hice fue una pequeña muerte. Solo para luego, renacer. Con otra forma, otros colores, otra perspectiva.

De chica, he viajado, a mi criterio, bastante. Conocí un puñado de ciudades en Argentina, Uruguay y Estados Unidos. Vi cosas únicas y bellas. De esas que te quitan el aliento y no podes entender cómo fueron creadas... Usualmente eran paisajes, creaciones naturales que el hombre jamás podrá igualar.

Y luego, un día llegó ese viaje a Pipa, en Brasil. Quizá para mis amigas eran solo unas vacaciones más, unos 10 días de liberarse de la ciudad de la furia y disfrutar la playa.
Para mi, que hace años me rondaba en la cabeza la idea de emigrar y viajar sola por el mundo, fue algo mucho mas grande.

En ese viaje aprendí que podía sola. Qué no era ni tan extraña, ni tan mala onda como me había figurado a mi misma en los años posteriores. Aprendí que cuando viajaba algo se despertaba en mi interior y ese algo, se sentía MUCHO como mi verdadero ser.

Probé cosas nuevas, afronté miedos y por momentos me animé a irme y seguir solo mis impulsos.

Cuando volví de ese viaje algo se había muerto en mi. Buenos Aires, ya no era mi ciudad. O quizá, yo no era la persona para Buenos Aires.

Continué mis ahorros y al año siguiente llegó el tan ansiado momento. Viajé sola por primera vez a Europa. Con la valija llena de miedos absurdos pero la certeza de que hacía lo correcto.
Me bastó subirme a ese avión para que mi alma desplegara sus alas y me bajé en Roma cansada pero con una sensación profunda de que ya había caminado esas calles.

Puede sonar tonto, pero cada ciudad que pisé, cada calle que caminé, siempre siempre sentí que era algo familiar. Nunca me perdí. Y cuando lo hice, siempre fue intencional.

Volver de ese viaje fue una muerte mas intensa que la anterior. Me costó reinsertarme en lo laboral, en las amistades, en la ciudad, en el espacio que había dejado al partir... Ya no quería perder de vista en quién me había convertido en ese último viaje. No quería dejar de hablar con gente desconocida y sentir que eran mis amigos 3 horas después. Ni dejar de hacer lo que sentía por lo que los demás pudieran pensar. Por que cuando viajas solo, aprendes que TODAS y cada una de las decisiones que tomes son tu responsabilidad. Que nadie esta esperando nada especial de vos, ni que tenes que esforzarte por encajar. La libertad que te invade, es algo ÚNICO.

Aunque lo intenté, no volví a trabajar en relación de dependencia. Y aunque aún a veces me cuesta admitirlo.. todos sabemos que no nací para un trabajo de 9 a 18. Puedo hacerlo, puedo incluso disfrutarlo como lo hice en el pasado. Pero mi alma, canta otra canción....

A partir de 2014, fui y vine varias veces a diferentes lugares. Conocí cientos de personas que viven viajando. Con diferentes objetivos, con diferentes razones. Todos con certezas grandes.

Hoy, a 11 días de iniciar mi tercer cruce al océano, siento un universo de sensaciones. Pero principalmente, estoy viviendo el duelo que implica irse sin tener fecha de regreso. Irse, sabiendo que si vuelvo - porque voy a volver - será parada en otro lugar. Muy lejos, del que me encuentro hoy.

Crecer, puede ser desgarrador. A veces crecemos antes de tiempo, a veces nos cuesta dejar atrás malos hábitos, a veces nos acomodamos demasiado bien a vivir fuera de nuestra área de confort...

"Hay que morir unas cuantas veces antes de poder vivir de verdad."
Charles Bukowski